A.D.D. (alphanumeric disastrous distortion)
Cuando era niño, las voces en mi cabeza siempre me contaban la misma historia antes de dormir:
Supuestamente hubo un tipo que, intentando salir de la miseria en la que vivía, decidió fingir su secuestro y cobrarle un rescate a sus conocidos (porque era tan pobre que ni parientes tenía). Desafortunadamente, sufría déficit de atención lo cual le impedía terminar las cosas frecuentemente y jamás llevó a cabo su plan. Preocupados por su paradero, sus amigos pusieron anuncios de Se busca con su foto por toda la ciudad, hasta que un día por fin encontraron a alguien igual, que no era el, sino su hermano gemelo perdido que sufría de prosopagnosia (esto es, la incapacidad de reconocer caras). Todos se pusieron de acuerdo y le hicieron un lavado de cerebro para que adoptara la personalidad de su hermano perdido y continuara su importantísimo trabajo: un tratado sobre como las sociedades manipulan al individuo. El otro hermano leyó el tratado y decidió que era tiempo de regresar y tomar su lugar como el original. Hizo un plan: se disfrazó, encontró a su hermano, lo mató y recuperó su lugar sin que nadie lo notara. Desgraciadamente se arrepintió porque había abandonado el trono de Dinamarca, que había heredado mientras vagaba solo por el mundo y decidió huir de nuevo. Se cambió el nombre (y vaya que tenía creatividad con los apellidos) y tuvo un hijo que ahora escribe historias raras en un blog ridículo.
Supuestamente hubo un tipo que, intentando salir de la miseria en la que vivía, decidió fingir su secuestro y cobrarle un rescate a sus conocidos (porque era tan pobre que ni parientes tenía). Desafortunadamente, sufría déficit de atención lo cual le impedía terminar las cosas frecuentemente y jamás llevó a cabo su plan. Preocupados por su paradero, sus amigos pusieron anuncios de Se busca con su foto por toda la ciudad, hasta que un día por fin encontraron a alguien igual, que no era el, sino su hermano gemelo perdido que sufría de prosopagnosia (esto es, la incapacidad de reconocer caras). Todos se pusieron de acuerdo y le hicieron un lavado de cerebro para que adoptara la personalidad de su hermano perdido y continuara su importantísimo trabajo: un tratado sobre como las sociedades manipulan al individuo. El otro hermano leyó el tratado y decidió que era tiempo de regresar y tomar su lugar como el original. Hizo un plan: se disfrazó, encontró a su hermano, lo mató y recuperó su lugar sin que nadie lo notara. Desgraciadamente se arrepintió porque había abandonado el trono de Dinamarca, que había heredado mientras vagaba solo por el mundo y decidió huir de nuevo. Se cambió el nombre (y vaya que tenía creatividad con los apellidos) y tuvo un hijo que ahora escribe historias raras en un blog ridículo.