2006/03/07

Victoria

Ya casi era de noche. Llevábamos todo el día peleando. Cada vez que acercaba mis manos a la gloria, el se apresuraba a darme el golpe final. Empecé a creer que debí darme por vencido hace horas, pero seguía. Mis manos ya no me respondían como al principio, pero en un ataque de furia y violencia desmedida comencé a golpearlo. No había tregua, el caía y yo lo levantaba, seguía golpeando hasta que ya no era posible. Yo también estaba agonizando. De pronto, el golpe final, por fin uno de los dos fue vencido y no era yo. A penas podía creerlo, realmente estaba muerto. Me desplomé totalmente exhausto, mis dedos me dolían y mis muñecas gritaban por un descanso, aun así, empecé de nuevo. Quería sentir ese placer de nuevo, el placer de matar a alguien sin piedad y no tener resentimientos.